La moderna planta depuradora utiliza para todas las operaciones agua de mar que se transporta desde el puerto de Valencia

La empresa Navarro cuenta con unas instalaciones industriales en las que se eliminan mecánicamente las incrustaciones y el biso del popular molusco

Cada semana, un camión-cuba lleva 25.000 litros de agua del Mediterráneo hasta el polígono industrial de Beniparrell, donde se encuentran las instalaciones de depuración y limpieza de clóchinas de la empresa Navarro, que centra casi la mitad de la producción de este popular molusco bivalvo en los puertos de Valencia y Sagunto y además ofrece la novedad de venderlos ya limpios, sin incrustaciones ni biso, listos para guisarlos.

La depuradora de Clóchinas Navarro cuenta con 300.000 litros de agua de mar que circulan en circuito cerrado y se depuran al final de cada ciclo. La aportación semanal repone las pérdidas que necesariamente se registran en el sistema. Pero Enrique Navarro, responsable de la firma, matiza que la carga del agua de mar se realiza «en zona A», calificada así por la Conselleria de Sanidad por no haberse encontrado contaminaciones en los análisis periódicos que se realizan.

La producción de las típicas clóchinas valencianas en bateas está sometida a un férreo control sanitario, por si se detectasen microorganismos patógenos o sustancias tóxicas. De esta manera, con análisis y revisiones constantes, hay seguridad de que lo que se comercializa está completamente sano.

Entre las obligaciones requeridas a los productores de clóchinas está la de depurarlas durante 15 horas. Una garantía adicional. Como estos moluscos se alimentan a base de filtrar los nutrientes del agua, si se mantienen ese tiempo en agua limpia de mar purgan cualquier cosa que quedara en su organismo.

Navarro vio en esto la oportunidad de completar el ciclo para dar a su producto un valor añadido, ofreciéndolo al consumidor completamente limpio de incrustaciones y vellosidades del biso. Porque eso es lo que frena a veces la compra de clóchinas: no se dispone de tiempo para limpiarlas, no se sabe muy bien cómo hacerlo, es engorroso… Con las de Navarro ya no hace falta; se compran y tal cual van a la cazuela.

Para eso han integrado los dos procesos, el depuración obligada y el de limpieza, en un sistema continuo. En definitiva han aplicado criterios de empresa moderna, que busca optimizar los recursos para dar un producto de máxima calidad, ofreciendo comodidad y garantía y asegurando el suministro a los clientes. Y eso es lo que también les ha permitido vender a cadenas de supermercados, donde es básico acreditar que no se falla.

Tras las 15 horas de depuración en agua que no cesa de recircular, las clóchinas pasan por la cadena de limpieza mecánica, donde una serie de cepillos eliminan todo elemento exterior de las conchas y además se seleccionan y retiran los individuos rotos, pequeños o defectuosos. A continuación se envasan en mallas de kilo y se agrupan en envases de a cinco donde se colocan las etiquetas correspondientes, incluida la denominación ‘Clóchinas Valencianas’ que las identifica claramente.

Pero aún no están listas para llegar a los puntos de venta final. Antes pasarán otro día en agua, para eliminarles el estrés. ¿Y cómo se sabe que una clóchina está estresada? Enrique lo explica: «si tienen estrés no se abren, y a todos nos gusta que al guisarlas queden abiertas para consumirlas con facilidad».

Navarro produce y procesa de cuatro a cinco mil kilos diarios, alrededor de medio millón de cosecha propia entre los meses de abril y agosto, la temporada local, que esta vez se ha iniciado con muy buen pie al imperar un tiempo seco y cálido. El resto del año las trae de otras áreas productoras, especialmente de la zona italiana del Adriático, mientras se prepara la siembra en sus siete bateas para el año siguiente.